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Ciudades que echan la mano

photo by Felipe Besne Navarro

Felicitaciones a los organizadores del Sexto Foro Mundial de Bicicletas en la Ciudad de México. Fue una gran idea adoptar el tema de “Ciudades hechas a mano” debido a la hermosa manera en que abre nuestra investigación en asuntos que van mucho más allá del simple ciclismo. Provocado por el lema de la conferencia “ciudades hechas a mano”, sólo pude pensar en cuánto me gustaría tener ciudades que echen la mano. Si realmente queremos vivir en un mundo que honra lo “hecho a mano”, lo artesanal—el trabajo que requiere tiempo y atención y amor—necesitamos que nuestras ciudades hagan un mucho mejor trabajo de asegurar la comodidad y supervivencia de todos.

Hay una agenda queriendo nacer, aún gestándose dentro del movimiento ciclista, similar al que vemos en los esfuerzos afiliados por luchar contra la pobreza, proteger a los inmigrantes, poner fin a la violencia policial y del tráfico de drogas, defender los derechos de la comunidad LGBTQ y las minorías raciales, proteger un internet no comercializado y ampliar los espacios de libertad humana. Hay mucho trabajo por hacer para dar vida a este mundo, pero una meta común debe ser crear ambientes que nos permitan vivir sin dinero, con menos trabajo, menos presión y estrés, y más tiempo para hacer cosas de nuestra elección. Crear una infraestructura urbana bien diseñada, barata y fácil de mantener es una contribución esencial para hacer esto posible.

En otras palabras, ¿no debería nuestro movimiento que comienza con el ciclismo apuntar hacia un premio mucho mayor? ¿A saber, la ampliación radical de lo común público urbano? Por lo común público urbano invoco lo histórico común cuando la tierra, el aire, el agua y los bienes básicos de la vida estaban fuera del marco de la propiedad privada y estaban a disposición de todos. En un nuevo común público urbano, tendríamos agua limpia y saludable disponible para todos. Tendríamos abundantes árboles de calle cargados de fruta de libre cosecha para los vecinos. Tendríamos a disposición común un sistema de telecomunicaciones de alta velocidad, libre de costo. Y, por supuesto, tendríamos transporte público gratuito y eficiente para complementar nuestra adopción de andar en bicicleta y caminar.

Nuestro deseo de vivir en un mundo que apoya los bienes “hechos a mano” y los barrios “hechos a mano” requiere de un sólido común público urbano con el cual podamos estar seguros que nuestras necesidades básicas serán satisfechas. Los derechos humanos a la calidad del agua, la comida, el vestido, el refugio, las comunicaciones y el transporte son la base sobre la que puede surgir una sociedad de creatividad hasta ahora sin explotar.

Nuestra elección de andar en bicicleta es emblemática de un nuevo enfoque para pensar en cómo nos movemos. Del mismo modo, el tema de las “ciudades hechas a mano” nos señala las formas en que estamos tratando de reencontrarnos con los enormes desafíos de una sociedad compleja, simplificándolos, llevándolos a nivel local donde podamos manejarlos “a mano”.

La cultura del ciclismo ha sido una rica fuente de creatividad política de abajo hacia arriba. En el último cuarto de siglo, surgió un nuevo movimiento de ciclismo que rápidamente desarrolló muchas instituciones y eventos de base:

  • pintar carriles de bici al estilo guerrilla e instalar barreras protectoras no autorizadas,
  • erigir monumentos de bicicleta blanca fantasma para ciclistas muertos en el tráfico,
  • establecer talleres de bicicletas de bricolaje que han ayudado a tantos a aprender a armar o arreglar sus propias bicicletas,
  • crear innumerables proyectos artísticos que representan y extienden la bicicleta a todos los rincones del imaginario urbano,
  • montar a mano zines de bicicletas sobre una máquina copiadora,
  • producir joyas con piezas de bicicletas viejas,
  • pepenar bicicletas desechadas y
  • enseñar a otros cómo reparar y mantener las bicicletas.

Las largas horas que muchos de nosotros hemos dedicado a estas actividades representan un extraordinario compromiso de intenso trabajo personal. El trabajo que hemos hecho ha estampado una etiqueta de “hecho a mano” o de “hágalo usted mismo” sobre gran parte de la cultura de la bicicleta, incluso siendo que la bicicleta es una máquina industrial.

Porque al final, la bicicleta no es un objeto hecho a mano, sino más bien un producto de una sociedad industrial compleja. La bicicleta no existe sin el petróleo, el acero y el hule, es decir, la producción masiva capitalista tardía. Las calles urbanas que atravesamos sobre todo en nuestras bicicletas son también parte de la ciudad extensa que existe gracias a sistemas complejos de producción que requieren un flujo asombroso de recursos, mano de obra humana y apoyo institucional. Nuestras calles son también productos de una historia de contestación y de competición de siglos de antigüedad, moldeada por una dialéctica en evolución entre intereses públicos y privados.

Hemos llegado al FMB6 para presentar el interés público en favor de una amplia aceptación del ciclismo. Este interés público del siglo veintiuno exige que rediseñemos todas las calles de cada ciudad del mundo para hacer espacio dedicado a las bicicletas. En algunos lugares esto ha sido totalmente aceptado, y en muchos otros, un comienzo tentativo y parcial está en marcha. Ciudad de México, por ejemplo, tiene un largo camino por recorrer, pero va por delante de muchos otros lugares en la creación de espacios dedicados en la calle para el ciclismo como una elección diaria de transporte.

El ciclismo es nuestro punto de partida. El Ciclismo es la ventana que abrimos hacia un nuevo mundo. Pero si nos quedamos frente a la ventana y simplemente contemplamos, admirando el bonito marco de madera, el trabajo de pintura, la luz que resplandece del vidrio, abdicamos nuestra responsabilidad y perdemos una gran oportunidad. Tenemos que pasar por la ventana para darnos cuenta que al otro lado, los cambios que esperamos que encarne el ciclismo implican mucho más que el transporte.

Cuando observamos críticamente ciudades ciclistas mayoritarias como Copenhague, Ámsterdam y Berlín, podemos ver que hay mucho más que cambiar que simplemente cómo nos movemos del Punto A al Punto B. La pregunta que se evita en todas partes es ¿que ESTAMOS HACIENDO en el punto A y el punto B? ¿Por qué vamos de un lugar a otro? ¿Nuestro trabajo en un empleo o incluso en casa está ayudando a formar la ciudad—y ​​la vida—que queremos? ¿O es un mero medio de adquirir dinero para comprar cosas que sólo parcial y malamente cumplen nuestras necesidades?

Habiendo abierto la ventana y parcialmente atravesado la misma, ahora sabemos que nuestra tarea es mucho mayor que simplemente convencer a otros de usar la bicicleta. La forma y el papel de las propias ciudades está en juego, y la propia idea de la democracia exige una reinvención.

Juntos formamos ciudades, todos y cada uno de nosotros, incluso cuando las ciudades parecen seres vivientes fuera de nuestro control. Las ciudades son proyectos complejos que requieren mecanismos sofisticados y complicados para administrar. El desafío que tenemos ante nosotros es inventar sistemas verdaderamente democráticos que permitan que nuestras mejores habilidades y talentos creativos contribuyan al bienestar de todos.

Nuestro desafía es ir más allá de los partidos políticos y de las corruptas democracias liberales que dejan a la economía como una esfera de vida separada y antidemocrática. Necesitamos asociaciones directamente democráticas que puedan auto-gobernar el cómo diseñamos y producimos nuestras vidas. Los ciclistas han mostrado una capacidad de autogobierno espontáneo durante los paseos masivos en bicicleta como la Masa Crítica y un compromiso democrático más deliberado en los esfuerzos de cabildeo para desafiar las prioridades de transporte de los gobiernos urbanos. Hemos aprendido mucho, durante las últimas décadas de promoción de la bicicleta,acercade la organización democrática directa. Las mujeres, las personas LGBTQ, los jóvenes, los compañeros con capacidades distintas y nuestros compañeros pobres han sido fundamentales para la reinvención de nuestras mejores prácticas democráticas al demandar la inclusión y la solidaridad. ¿Podemos llevar nuestras habilidades y conocimientos y aplicarlos a una meta mayor de reinventar y expandir radicalmente lo público común urbano?

Los ciclistas de las Américas han demostrado una notable capacidad para la invención y la reapropiación creativa. Al adoptar una agenda que va más allá del simple ciclismo, la energía, la solidaridad y el disfrute social de nuestro movimiento podemos superar el fetichismo fácil que se fija en los objetos. Claro que nos gustaría que muchas más personas anduvieran en bicicleta, pero realmente necesitamos una revolución social completa que anime a todos a un nivel de participación, responsabilidad y creatividad nunca antes visto. ¡La vida podría ser tan genial! No sólo porque andaríamos en bicicleta, sino porque habríamos cambiado la forma en que vivimos. Más allá de elegir movernos a través de las ciudades de manera diferente, podemos optar por hacer muy diferentes a nuestras propias ciudades; no sólo patios de recreo para los ricos y basureros para los residuos industriales. Hay suficiente de todo para todos: ¡la escasez es un mito! Nuestros esfuerzos políticos y organizaciones sociales deberían declarar en voz alta que la escasez material es un mecanismo creado para mantener el control social y la opresión de clases. Rediseñar y reorganizar las ciudades son la clave para establecer una buena vida para todos.

Las ciudades que echan una mano son ciudades que hacen la vida mejor, más fácil y más rica para todos. Las ciudades que echan la mano son ciudades que nos ayudan a desarrollar plenamente nuestro potencial creativo y social, que dan la bienvenida a la reinvención y a la experimentación. Las ciudades que echan la mano son ciudades que garantizan una vida digna para cada habitante incluyendo con agua potable, aire limpio, vivienda de calidad, transporte público eficiente y gratuito junto con una extensa red de carriles de bici dedicados y zonas peatonales, corredores de vida silvestre y parques donde la vida no humana puede prosperar, comunicaciones de acceso libre y fácil y una dieta saludable de alimentos producidos localmente.

La escala de la vida urbana es intimidante, pero hemos estado cambiando las ciudades ya desde hace años. Aceptar que la escala de cambios que necesitamos supera ampliamente nuestras pequeñas redes personales, nos deja con el desafío de inventar nuevas formas de democracia acordes con las tareas de arrebatar el control de la riqueza social y establecer un público común urbano compartido. Los aprovechadores y explotadores, y los políticos corruptos que sirven a sus intereses, nos pelearán a cada paso. Pero como el agua que fluye a través del punto de menor resistencia, el ciclismo es ya la elección fácil en la vida cotidiana que abre la ventana para hacer cambios más profundos. Los ciclistas revolucionarios somos buenos para superar la resistencia. Ya hemos cambiado un poco el mundo. ¿Cuánto más podemos hacer?

During the Q&A afterwards with Agustin Martinez. Photo by Felipe Besne Navarro

Big City Spring

Spring in Brooklyn!

I’ve gone away for most of April, dividing the time between New York and Mexico City. In both places I’m participating in conferences, but I’ve left enough time for fun to feel like some of it is vacation too. I’m lucky that my current income from Shaping SF and USF come with a lot of flexibility in terms of how I spend my time and get the work done (and thanks to the USF Teacher Development Fund, I’m getting some support for my costs).

I loved my 11 days in New York. Spring teased us on Wednesday April 5, going away again for a few days before returning for real on April 11 or so. By the time we left for Mexico City, trees all over the city were blooming, and New Yorkers were emerging from their long winter gloom to revel in the warm sunshine, remembering what an amazing city they live in. I got to visit a few old friends, even enjoying another 60th birthday party, and I walked over 90 miles around the City.

Chris Winks, me, and Mark Leger, at Mark’s 60th birthday in Bushwick… last time we were all together was probably in 1983 at a Processed World meeting!

On the way to Mark’s in Bed-Stuy we came upon this “Property of the Deity”!

Took this photo on April 5 at Grand Army Plaza after a lovely day, but the next three were very wintry.

But the official reason for my journey to New York was to attend the conference commemorating the 150th anniversary of the publication of Marx’s Capital. I didn’t know what to expect exactly, but I was happy to be invited and prepared my talk based on two previous blog posts here, giving it the title “Start Talks Now on Work Reduction!” Too many presentations were rather dry to say the least, and I was surprised that so many of the speakers read their pieces, on such vital topics as “Late Marx and the Conception of ‘Accumulation of Capital’”, “Value Forms and the Structure of the Capitalist System,” “Conceptualizing the Future: Marx’s Value Theory and the Contours of a Socialist Economy.” On the other hand, the reason I was excited to go was to meet Harry Cleaver and David Harvey and reconnect with old friends like Silvia Federici and George Caffentzis, and Nick Dyer-Witheford and Kevin Van Meter. I was also glad to find my Bay Area colleagues there, Dorothy Kidd and Robert Ovetz. This constellation of folks, along with the organizers who hosted us at Hofstra University, gave the two day event a strongly “autonomist” flavor, and allowed Cleaver and Federici to put their stamp on the proceedings with strong plenary talks at the conclusion of each day. Silvia gave a beautifully eloquent speech and reinforced her vital contribution to Marxist theory by emphasizing the near absence of interest in women and reproduction in Marx’s writings. Cleaver was able to push aside the narrow linguistic parsing of Marx’s writings to remind us that the much-discussed term “value” really means work—work under the domination of capital.

Thataway!

Me with Silvia Federici and George Caffentzis.

During the 2nd day’s panels, Robert Ovetz led a discussion that came to revolve around academic labor, in part because Michael Pelias presented too, and he is part of the long-running lockout of adjunct professors at Long Island University. It was interesting to realize that nearly everyone at the conference was a university professor, about 75% adjuncts. Robert gave a short presentation about the use of online education to reduce the power and leverage of tenured professors, but noted that the rise of contingent adjuncts had accompanied the growing effort to automate higher education through MOOCs and other online schemes. Painful splits between tenured, unionized faculty and the mostly unorganized adjunct labor force were discussed, esp. in light of the LIU struggle, where the permanent faculty voted against the interests of their unionized adjuncts in pursuit of their own security and stability.

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Gazing Ironically into the Cul-de-Sac of Radicalism

Though drawn in 1975 by Jean-Francois Batellier (and I met him on the street in France in 1982), this came to mind as our future under TrumpCare…

This is the text I wrote in preparation for giving a talk tonight at the exhibition “New Situationists” at the ProArts Gallery off Oscar Grant/Frank Ogawa Plaza in downtown Oakland. I’m not going to read it, but I wanted to sort through my train of thought ahead of time. This is probably rather more articulate than I’ll actually be in person!

From Processed World #2, during the Solidarity movement’s height in Poland, 1981.

The Situationists seem newly relevant, although for many radicals they never lost their acuity. In late February even the New York Times ran an op-ed by Robert Zaretsky called “Trump and the ‘Society of the Spectacle’, arguing for the relevance of Guy Debord’s seminal work:

With the presidency of Donald Trump, the Debordian analysis of modern life resonates more deeply and darkly than perhaps even its creator thought possible, anticipating, in so many ways, the frantic and fantastical, nihilistic and numbing nature of our newly installed government. In Debord’s notions of “unanswerable lies,” when “truth has almost everywhere ceased to exist or, at best, has been reduced to pure hypothesis,” and the “outlawing of history,” when knowledge of the past has been submerged under “the ceaseless circulation of information, always returning to the same list of trivialities,” we find keys to the rise of trutherism as well as Trumpism.

In his later work, “Comments on the Society of the Spectacle,” published almost 20 years after the original, Debord seemed to foresee the spectacular process that commenced on Jan. 20. “The spectacle proves its arguments,” he wrote, “simply by going round in circles: by coming back to the start, by repetition, by constant reaffirmation in the only space left where anything can be publicly affirmed …. Spectacular power can similarly deny whatever it likes, once or three times over, and change the subject, knowing full well there is no danger of any riposte.”

Actually I think it’s a curious problem to apply this analysis to Trump’s rise, implying as it does that the Spectacle has somehow risen anew on January 20. The point of the “Comments” in the late 1980s when it was written, was to argue that the Spectacle had become fully integrated between east and west, and that the ability of spectacular power to create its own circular logic depended on their being a basically univocal media universe. This was probably most visible in our impression of what life in the one-party state of the Soviet Union was like, but his argument, as I understood it, was that we too were living in a parallel state, where despite apparent “differences” and a so-called “free press” the information in our society too was that of a univocal perspective. I’ve often argued that we live in a one-party state with two factions. Sure the Republicans and Democrats disagree about various priorities, but when it comes to US empire, the rule of property, the dependence on militarism, oil, and autos, and the attendant shaping of the fabric of life to protect and extend the rule of billionaires and their corporate and governmental institutions, no real disagreement exists. In this sense, the true is a moment of the false, as Debord put it, and the deep truth of our lives is never acknowledged—that we are enslaved to a system that allows no real alternatives, and our “freedom” is always overwhelmingly contingent on our obedience, on our complicity in reproducing this world. The hyper-trivialization of mass entertainment, sports, and so-called politics has reinforced this logic for decades, whether the titular head of government was Bush, Clinton, or Obama.

Trump represents a kind of backwards challenge to the Spectacle. Of course his barely literate twitter feed has created a self-referential world unmoored from verifiable facts, a world that—incredibly—millions of people seem to believe in. Trump goes round and round, repeats his Big Lies incessantly and claims that anyone who says different is a the real liar. He and Bannon and the alt-right press are trying to establish hegemony for their version of the self-referential and circular Spectacle, but in so doing, they have underscored that there is not just one Spectacle at this juncture. What Trumpism has done is to crack apart the consensus view of the world. No longer is there a univocal media world full of self-referential platitudes about this being the best of all possible worlds, and anyway, the only one possible (don’t forget Margaret Thatcher’s T.I.N.A. admonition: There Is No Alternative!). Now we have the funhouse mirror Trump world that invites the anti-intellectual and resentful white America to hide in it to avoid the complicated realities of science, multicultural society, rising gender nonconformity, etc. The formal opposition is the previously self-satisfied world of the center-right mass media, the networks and CNN and big city newspapers, who are trying to come to grips with having their hold on power shattered. They are having to actually engage in adversarial reporting, a long lost art. For many of us it is kind of exhilarating to see journalism trying to crack the daily tidal wave of lies, distortions, and distractions. But the premise of this conflict is that Trump and all he represents is the outlier, and somehow the consensus view of reality, i.e., the Spectacle, must be reaffirmed and ultimately supplant the crude propagandists of Trumpism.

But the real wild card here is a resurgent civil society. From the women’s marches to the airport protests, the first weeks of Spectacular instability had millions of people moving into the public sphere directly, acting without waiting for mediation or instruction. Going forward, various organizations with diverse agendas are working to direct and harness the urgent and fertile insurgency percolating among millions of Americans whose expectations of representation are at an all-time low. Very quickly nonprofit organizations, tiny cadres of still-extant professional revolutionaries, and dozens of issue-oriented campaigns have rushed to get in front of this welling energy. A good time, perhaps, to look at the decades-long limits of radicalism between the 1970s and today.

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